Análisis The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom, el nuevo mejor juego de la historia (Switch)
"Todo juego tiene una historia, solo uno es leyenda". De esta manera, Nintendo abría uno de los tráilers más recordados y épicos que nos dejó la promoción de The Legend of Zelda: The Wind Waker para GameCube. Una frase tan contundente que ha permanecido en el imaginario colectivo y a la que muchos fans suelen acudir para describir sus sentimientos hacia una saga que en sus 37 años de vida no solo nos ha dejado innumerables obras maestras, sino que también ha sabido revolucionar a la industria del videojuego para darle forma y marcar el camino a seguir. No en vano, a día de hoy sería imposible entender el estado actual de este hobby que tanto nos apasiona sin la influencia de las aventuras de Link, por lo que no se puede negar que, efectivamente, The Legend of Zelda es toda una leyenda del medio.
Precisamente por ello, cuando toca ponerse por primera vez a los mandos de una nueva entrega de esta importantísima serie, uno no puede evitar cierto nerviosismo. Esa emoción de saber que estás a punto de jugar algo realmente grande y único, probablemente incluso histórico. E incluso así, nada ni nadie nos había preparado para lo que nos hemos encontrado en nuestro regreso a Hyrule con The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom, una obra que no solo ha superado nuestras más altas expectativas, sino que las ha destrozado sin miramientos y nos las ha tirado a la cara para llevarnos a vivir las que han sido, sin duda alguna, las mejores horas que hemos pasado nunca junto a un videojuego.
Videoanálisis y nota de voz
A continuación podéis ver nuestro análisis en vídeo, en el que podéis ver cómo luce el juego:
También podéis escuchar nuestra nota de voz, un breve audio en el que os contamos qué nos ha parecido The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom:
Una preciosa leyenda que lleva la épica de la saga al siguiente nivel
Lo primero que debéis saber es que nos encontramos ante una secuela directa de The Legend of Zelda: Breath of the Wild, por lo que volveremos a la misma Hyrule y disfrutaremos de una nueva historia que tiene lugar poco tiempo después de los sucesos que nos narraron en el título de 2017. Como no queremos arruinaros ninguna sorpresa, simplemente diremos que el mundo vuelve a ser víctima de una gran catástrofe cuando apenas estaba consiguiendo recuperarse de la anterior, así que nos tocará empuñar nuestra espada y salir de aventuras para salvarlo una vez más.
Si bien la narrativa sigue estando fragmentada entre las misiones principales y la consecución de memorias del pasado para que podamos descubrir su historia a nuestro ritmo y en el orden que queramos, nos alegra confirmar que esta vez sí hemos disfrutado de un relato muy potente, repleto de épica, con momentazos que hacen gala de una carga emocional altísima y que nos ha deleitado con una recta final absolutamente increíble capaz de poner los pelos de punta incluso a la persona menos impresionable del planeta.
No es que la trama sea muy compleja, pero sabe crear una epopeya apasionante que abraza más que nunca el legado de la saga para reinterpretarlo, ampliar su trasfondo y forjar sus propios mitos y leyendas. Aquí también es destacable el hecho de que el guion esté mucho mejor enfocado, de modo que si nos centramos en seguir el camino principal, las sensaciones que tendremos serán muy similares a las de estar jugando a un Zelda clásico de los de toda la vida. Y por si no fuese suficiente, la guinda del pastel la ponen sus secuencias de vídeo, las cuales hacen gala de una factura técnica exquisita y de una dirección magistral, lo que ayuda a que cada una de ellas resulte en algo muy especial.
Cuatro habilidades, infinitas posibilidades
Centrándonos ya en la jugabilidad como tal, decir que volvemos a encontrarnos ante una aventura de mundo abierto que se sustenta sobre las bases de Breath of the Wild, de modo que todo os resultará muy familiar si jugasteis a dicha entrega: su apuesta por la libertad para que el jugador no se encuentre barreras, un sistema de físicas absolutamente perfecto y muy mejorado, la icónica paravela para planear y recorrer largas distancias, la importancia de nuestro medidor de resistencia, la posibilidad de escalar casi cualquier sitio, el hecho de que las armas se rompan con el uso, los controles, las animaciones y mecánicas de los combates, los puzles con numerosas soluciones… Todo es muy parecido a como lo recordábamos y desde el primer minuto nos hemos sentido como en casa. Sin embargo, Nintendo ha sabido coger estos pilares y darles un giro tan grande y espectacular que cambia por completo las sensaciones a los mandos, así como nuestra forma de jugar y pensar.
Esto se ha conseguido gracias a las nuevas habilidades de Link, las cuales son totalmente nuevas y sustituyen a las del juego anterior, ampliando hasta límites inimaginables nuestras posibilidades de acción. Así pues, con Ultramano podremos mover a distancia casi cualquier elemento del escenario con el que nos encontremos, pudiendo rotarlos sobre sus diferentes ejes e incluso pegarlos a otros objetos. Por su parte, Combinación nos permite fusionar nuestras armas, escudos y flechas con prácticamente cualquier ítem para mejorar sus atributos y adquirir propiedades adicionales. En cambio, Retroceso nos servirá para hacer que un objeto retroceda en el tiempo unos segundos, mientras que Infiltración nos dejará colarnos por un techo que esté dentro de nuestro alcance para ascender por él y salir por su superficie.
Partiendo de estas cuatro habilidades, sus desarrolladores han sido capaces de crear infinidad de nuevas mecánicas y sinergias entre ellas, ya que ahora tenemos la posibilidad de fabricar todo tipo de cosas, desde nuevas armas hasta vehículos y extrañas estructuras que usar como plataformas o con otros fines. Existen cientos de objetos y mecanismos con los que podemos interactuar y según cómo lo hagamos podremos conseguir unos efectos u otros, algo que el propio juego tiene en cuenta en todo momento para crear unos puzles fantásticos y unos combates divertidísimos donde el único límite reside en nuestra imaginación y creatividad.
Aunque los controles nos resulten conocidos, la sensación que hemos tenido al jugar es la de estar, en todo momento, ante algo completamente nuevo, fresco y nunca antes visto que lleva la libertad de Breath of the Wild a un nivel que jamás habríamos llegado a concebir. Tenemos tantísimas posibilidades que vamos a poder resolver cualquier situación de montones de formas distintas, sean las que nos sugiera el propio juego o no.
Por ello, queda en nuestra mano decidir cómo jugar, ya que el título deja que nos expresemos de la forma en la que más cómodos nos sintamos. Aquí no hay una manera "incorrecta" de disfrutar de la aventura y mientras encuentres tu propia solución para superar los retos y desafíos que se interpongan en tu camino, esta será igual de válida que la de cualquier otro jugador.
Esto hace que, de por sí, sea un juego increíblemente divertido, gratificante y satisfactorio como pocos. Habrá quienes se lo pasen bien construyendo todo tipo de cachivaches y extraños vehículos, otros crearán elaboradas estrategias para acabar con campamentos enteros de enemigos colocando trampas improvisadas y los más clásicos o menos ingeniosos disfrutaremos igual luchando con armas al estilo tradicional y usando nuestras habilidades como lo haríamos en las entregas previas a Breath of the Wild.
Es un juego que nos está invitando constantemente a la experimentación, a que probemos a combinar unos ítems y armas con otros y a descubrir nuevas formas de sacarle partido a nuestras herramientas, por muy alocadas que puedan ser las ideas que se nos ocurran. Lo mejor de todo es que esto se ve reforzado por uno de los sistemas de físicas más complejos, elaborados y perfectos que se han visto jamás en videojuego alguno, dándole a cada objeto el peso que debería tener para que se mueva y reaccione a lo que hagamos de la misma forma en la que esperaríamos que lo hiciese en el mundo real. Gracias a esto, el título hace gala de una lógica aplastante y muy convincente en el diseño de sus puzles y situaciones, así que si se nos ocurre algo, lo más probable es que podamos llevarlo a cabo con un poco de maña.
Redescubriendo Hyrule
Sin embargo, todo este abrumador dechado de virtudes caería en saco roto si su mundo no estuviese a la altura, aunque por suerte para todos, es precisamente aquí donde más brilla el juego. Al tratarse de una secuela directa, volveremos a viajar a lo largo y ancho de la misma Hyrule en la que tantas horas pasamos en su antecesor, pero el mapa ha recibido tantísimos cambios que ha quedado prácticamente irreconocible. Sí, las ciudades y los lugares más icónicos están donde siempre, pero ahora, por motivos argumentales, la orografía del terreno ha sufrido severas modificaciones, han aparecido montones de cuevas, hay muchísimos monstruos nuevos, hay zonas que poco o nada tienen que ver con lo que era antes y, en general, nos hemos descubierto sorprendiéndonos a cada paso con sitios familiares que nos ha costado mucho reconocer.
Además, todo esto viene acompañado por una ingente cantidad de nuevas situaciones y rompecabezas pensados para sacarle partido a nuestras nuevas herramientas, algo que el propio diseño de niveles también tiene muy en cuenta para hacer divertidos cada uno de nuestros viajes, eliminando de un plumazo cualquier posible sensación de reciclaje o repetición que pudiéramos tener.
De hecho, ahora se trata de un mundo muchísimo más vivo y denso que antes, consiguiendo que no podamos dar ni medio paso sin ver varias cosas que nos llamen la atención, sea a corta, media o larga distancia. Es uno de esos pocos títulos que saben despertar nuestra curiosidad constantemente, consiguiendo que queramos ver hasta su último rincón, pues siempre nos está recompensando con nuevos retos, historias únicas, mecánicas inéditas y constantes sorpresas.
Esto responde a un diseño sumamente artesanal donde todos y cada uno de los elementos del mapa, así como su localización, están estudiados al milímetro, algo que se nota por la forma en la que los propios escenarios saben guiarnos por ellos para que nunca nos sintamos perdidos y prioricemos aquellos lugares que el juego quiere que veamos, convirtiendo el simple hecho de echar a andar en una gran aventura en sí misma.
En realidad, su estructura y contenidos no distan mucho de lo visto en Breath of the Wild, por lo que nos darán total libertad para que cumplamos las misiones principales y secundarias en cualquier orden y para que exploremos los lugares que nos apetezcan cuando queramos, todo ello mientras buscamos santuarios donde superar ingeniosas pruebas para obtener los ítems necesarios para aumentar nuestro número de corazones y nuestro medidor de resistencia, encontramos tesoros, ayudamos a los habitantes del reino, cartografiamos el mapa, luchamos contra todo tipo de enemigos, domamos caballos, participamos en minijuegos e intentamos dar con la localización de los innumerables y escurridizos kolog para aumentar el espacio de nuestras alforjas.
La cuestión es que ahora hay muchísimas más cosas para hacer, más sitios que investigar, más aventuras que vivir y, sobre todo, la calidad de todas y cada una de las actividades con las que daremos se ha incrementado exponencialmente, consiguiendo que algo tan simple como adentrarnos en una cueva resulte en algo apasionante, muy divertido y siempre diferente.
Un buen ejemplo de esto lo tenemos en los santuarios, infinitas veces más inspirados y variados que en la entrega anterior, proponiéndonos unos rompecabezas sensacionales que no han dejado de sorprendernos ni un solo instante. Hay tantísimas mecánicas que sus desarrolladores han podido permitirse el lujo de jugar con cada una de ellas para crear unos desafíos inteligentísimos y brutalmente variados que difícilmente podrían resultar más estimulantes para nuestra materia gris. Además, os alegrará saber que ya no existen desafíos de combate en los que debemos vencer a un solo rival que se repite en multitud de santuarios. Sí, hay pruebas centradas en batallar, pero lo único que tienen en común entre sí es que nos quitarán nuestro equipo al entrar para obligarnos a hacer uso de una serie de recursos concretos para sobrevivir.
El juego es un abrumador torrente de ideas que no parece acabarse nunca y es increíble cómo consigue dejarnos con la boca abierta a cada paso que damos tras las más de 100 horas que le hemos dedicado. Tras todo ese tiempo, sigue sorprendiéndonos con nuevas situaciones que no habíamos visto antes, mecánicas que ni sabíamos que existían, pruebas inesperadas, nuevas formas de usar nuestras habilidades, nuevos objetos y secretos que no nos vimos venir. Y por si no fuese suficiente, la sensación que tenemos ahora mismo es la de que todavía nos quedan infinidad de cosas por descubrir. Este es un punto en el que podríamos incidir, pero es algo que no terminaréis de entender hasta que lo juguéis por vosotros mismos, ya que todas nuestras hipérboles se quedan cortas para describir lo que aquí se ha hecho. Hay tal cantidad de ideas que darían para un juego propio que todavía estamos intentando asimilarlo y procesarlo.
Evidentemente, la libertad vuelve a ser un pilar fundamental de su propuesta, aunque conviene señalar que esta vez tiene un inicio mucho más guiado y con tutoriales más claros. Si tenemos en cuenta las enormes posibilidades de las que disponemos, resulta normal que en Nintendo hayan preferido preparar bien al jugador antes de soltarle la mano definitivamente, pero cuando eso ocurre finalmente tras un par de horas, ese momento es más sobrecogedor que nunca. A partir de ahí, somos libres de decidir nuestro destino y, una vez más, tendremos la posibilidad de ir directamente a por el jefe final, saltarnos multitud de pasos de las misiones principales o cumplir ciertos objetivos antes de tiempo, algo que el título siempre tendrá en cuenta en todos los diálogos para que la narrativa nunca pierda la coherencia interna. Y ojo, ya que esto es aplicable hasta el detalle más nimio que se os pueda ocurrir.
Cielo e infierno
Si habéis llegado hasta aquí, ya os habrá quedado claro que estamos ante un juego colosal con una jugabilidad única que nos ofrece un sinfín de posibilidades para jugar a nuestro gusto y resolver desafíos de montones de formas distintas, con una historia épica, repleto de momentazos, variadísimo, con unos contenidos cuidados al extremo, con unos puzles maravillosamente ingeniosos, con unos combates divertidísimos y con un mundo vivo, interesante y exquisitamente diseñado.
Todo esto ya sería más que suficiente para que le diésemos el 10 a más de un juego, pero creednos, todavía no os hacéis una idea de la auténtica escala de esta obra ni del monstruoso trabajo de diseño que tiene detrás, ya que esta vez la aventura no se limita únicamente a la superficie de Hyrule y nos lleva a explorar también el cielo y el subsuelo, lo que equivale a dos mapas enteros completamente nuevos interconectados con el principal.
En el primer caso, ahora encontraremos por todo el mundo islas flotantes en las alturas, las cuales esconden un buen número de secretos y actúan como rompecabezas en sí mismas, ya que siempre tendremos que estar buscando la forma de llegar hasta ellas y movernos por sus diferentes plataformas, algo que suele requerir mucha maña, algo de ingenio y una pizca de habilidad.
A pesar de lo mucho que se ha promocionado esta parte del título, supone la sección más pequeña del juego, lo que no quiere decir que sea poco importante, ya que aquí no nos faltarán santuarios por encontrar y hay montones de desafíos, recursos y tesoros únicos que no encontraremos en tierra. Además, al poner el foco en el plataformeo y los puzles, los momentos que viviremos aquí tienen un sabor muy diferente al del resto de la odisea, por no hablar de las formas tan brillantes en las que se conecta con la superficie, lo que nos obligará a explorar a conciencia para encontrar la manera de llegar a muchas islas desde el suelo.
Algo que conviene destacar es que no existen ningún tipo de cargas para ir al cielo o al subsuelo, por lo que estos desplazamientos los haremos siempre en tiempo real, lo que también ayuda a crear una sensación de escala inigualable. Esto, además de reforzar la inmersión y la espectacularidad, también tiene una importancia jugable fundamental a la hora de explorar, pues cuando subamos al cielo, podemos aprovechar para mirar a tierra y localizar puntos de interés. De hecho, lanzarnos desde las alturas para llegar rápidamente a algún lugar, incluyendo aquellos de difícil acceso desde tierra, se ha convertido en uno de nuestros métodos de viaje favoritos de cualquier videojuego.
Por su parte, el subsuelo nos lleva hasta las mismísimas profundidades de Hyrule para explorar un escenario con la misma extensión y verticalidad de la que hace gala la superficie. Sí, habéis leído bien, existe otro mapa igual de grande que el principal, aunque no queremos daros muchos detalles sobre lo que aquí os espera, ya que merece la pena que lo descubráis por vosotros mismos. Eso sí, podéis dar por seguro que la experiencia de explorar este escenario es radicalmente distinta de la que viviremos en los demás y que la oscuridad tiene un papel predominante, llegando a convertir nuestras andanzas bajo tierra en algo asfixiante y agobiante que incluso se permite el lujo de juguetear con algunas dosis de terror.
Como dijimos antes, los tres mapas están maravillosamente interconectados y mantienen una estrechísima relación entre sí, por lo que no son entes separados, sino que forman un todo de una manera similar a lo que vimos en The Legend of Zelda: A Link to the Past con su mundo de la luz y su mundo de la oscuridad. Una labor titánica de diseño a la que no podemos ponerle ni un solo pero y que está a años luz de cualquier otra cosa que se haya hecho en la industria, tanto por tamaño como por complejidad y lo meticulosamente estudiada que está hasta la última piedra del camino para que nunca dejemos de sentir que estamos jugando a la mayor aventura de nuestras vidas.
Las mazmorras temáticas, el regreso más esperado
Pero no os vayáis todavía, ya que hay más, mucho más. No en vano, tenemos que hablar de una de sus mayores novedades: el regreso de las grandes mazmorras clásicas de la saga. Ahora bien, antes de entrar en profundidad, queremos señalar todo el proceso que supone llegar hasta ellas. Como podréis suponer, las misiones principales serán las que nos acaben llevando hasta estos templos, por lo que deberemos seguir previamente una serie de interesantes y variadas tramas en las que nos llevarán a hacer de todo. Tan pronto estaremos resolviendo enigmas e interactuando con multitud de personajes al más puro estilo The Legend of Zelda: Ocarina of Time para dar con la localización de un calabozo que participando en un épico ascenso de casi una hora en medio de una tormenta que se ha convertido en uno de nuestros momentos favoritos de todo el juego.
Los pasos para llegar a cada mazmorra son completamente distintos, pero todos tienen en común que nos ofrecen unas aventuras increíbles que nunca dejan de sorprender con sus mecánicas y retos únicos, convirtiendo al propio viaje en algo inolvidable. Y ojo, ya que esto es algo que podemos decir de todas y cada una de las misiones principales de la obra.
Centrándonos ya en los templos, nos alegra poder confirmar que cada uno supone un desafío totalmente diferente, tanto por la forma del mismo como por el tipo de rompecabezas que nos plantean. De hecho, incluso la manera en la que nos movemos y navegamos por ellos llega a ser muy distinta.
Eso sí, no esperéis encontraros con laberintos tradicionales de habitaciones, puertas cerradas y llaves, ya que aquí se ha buscado recuperar la esencia clásica de las mazmorras de la saga sin olvidar lo que hace grande a Tears of the Kingdom: sus mecánicas, sus numerosas posibilidades y su apuesta por la libertad.
Cada mazmorra gira en torno a una temática y a una serie de mecánicas, y en ellas siempre nos proponen que activemos una serie de dispositivos. El orden en el que lo hagamos es lo de menos, por lo que el desafío consiste en encontrar la forma de llegar hasta estos puntos de interés. Esto nos obligará a estudiar muy bien nuestro entorno, analizar la arquitectura del lugar, sacarle muchísimo partido a nuestras herramientas y resolver unos puzles geniales y muy inspirados. Además, cuando nos adentremos en ellas nos acompañará un personaje relacionado con la historia de dicho templo con quien podremos colaborar para hacer uso de su habilidad especial, lo que vendría a equivaler a los objetos que encontrábamos en los calabozos de las entregas previas a Breath of the Wild.
Por supuesto, huelga decir que al final de cada templo nos espera un poderoso jefe al que tendremos que derrotar, otro aspecto que supone un salto de gigante respecto al título anterior. Tienen unos diseños variadísimos, ofrecen combates muy épicos y únicos y muchos de ellos incluso se atreven a recuperar ese ligero toque de rompecabezas que tenían este tipo de batallas en juegos pasados, forzándonos a encontrar sus puntos débiles para romper su guardia y poder hacerles daño. Además, hacen gala de una puesta en escena espectacular y el enfrentamiento final de la aventura nos daría incluso para escribir un artículo propio de lo potente y emocionante que es, poniendo así la guinda a una odisea irrepetible.
Una aventura casi inabarcable
Más allá de esto, el juego también nos deleita con unas misiones secundarias en las que hay espacio para todo, pero que de un modo u otro se las acaban apañando para captar nuestra curiosidad y resultar interesantes con sus pequeñas historias cotidianas y sus intrigantes misterios. Como decimos, las hay de todo tipo y tan pronto nos pedirán que entreguemos un par de pescados que nos tendrán durante horas siguiendo una elaboradísima trama en la que viviremos mil y una aventuras con sus propios jefes.
Son muy superiores a las de la entrega anterior e incluso la más simple de ellas nos dará la excusa perfecta para explorar nuevos lugares donde probablemente nos aguarden sorpresas adicionales, y son tan variadas que resulta imposible no querer hacerlas todas. De hecho, gracias a ellas conoceremos el día a día de los habitantes de Hyrule y descubriremos qué es lo que se cuece en cada una de sus ciudades y aldeas, lo que les da un valor narrativo adicional muy gratificante que nos ha recordado en no pocas ocasiones a las maravillosas secundarias de The Legend of Zelda: Majora’s Mask. Y si creéis que exageramos, os invitamos a que no os perdáis las que encontraréis en Hatelia.
En total, hemos llegado a contar más de 200 entre aventuras secundarias, pruebas heroicas y misiones secundarias, una cifra que a poco que le añadamos la búsqueda de los más de 150 santuarios, la exploración del subsuelo y el cielo, la caza de los kolog, la consecución de todas las armaduras, las expediciones a las cuevas y otras muchas actividades que será mejor que descubráis por vosotros mismos, nos deja un juego abrumador y prácticamente inabarcable.
Si sois capaces de centraros en las misiones principales y no desviaros demasiado de vuestro camino con las miles de cosas que llamarán vuestra atención a medida que recorráis el mundo (algo que a nosotros nos ha resultado imposible), el juego debería duraros entre 40 y y 50 horas, aunque lo más probable es que esta cifra se os vaya a la mayoría entre las 70 y 80 horas. En cambio, si lo que pretendéis es completarlo al 100% sin usar ningún tipo de guía, podéis dar por seguro que las 200 horas no os las va a quitar nadie.
El techo técnico de Nintendo Switch
Como no podía ser de otro modo, su apartado gráfico tampoco se queda atrás y lleva a Nintendo Switch al límite de sus posibilidades y más allá, convirtiéndose en el nuevo techo técnico y referente de la consola. Puede que a primera vista parezca muy similar a lo visto en Breath of the Wild, pues mantiene su misma y preciosa dirección de arte, pero a poco que prestéis atención no tardaréis en comprobar que tiene una distancia de dibujado muchísimo mayor, más y mejores efectos, nubes volumétricas, una iluminación más cuidada, modelados más detallados, mejores animaciones, una imagen nitidísima tanto en portátil como en sobremesa, cargas cortísimas y un rendimiento muchísimo más estable que solo hemos visto titubear en momentos muy concretos en los que la carga gráfica ha sido excesiva. Y todo ello con un sistema de físicas que deja en pañales al de su predecesor.
Creednos, se ve y mueve tan bien que a veces parece magia negra y nos ha hecho dudar de si realmente estábamos jugando en nuestra Switch, por lo que ni los vídeos de YouTube ni las imágenes que acompañan este artículo le hacen justicia a la experiencia que supone verlo en nuestro televisor o en la pantalla de la híbrida. Además, es un juego que no para de regalarnos una estampa de gran belleza tras otra, muchas incluso sobrecogedoras, demostrando que con un buen apartado artístico se pueden salvar las limitaciones técnicas para hacer una de las aventuras más bonitas del mercado. Y ojo, en 105 horas no hemos sufrido ni un solo bug ni error de programación, lo que demuestra un nivel de pulido inaudito en un juego complejísimo, muy vertical y repleto de mecánicas y sistemas exigentes en el plano técnico. Sin duda, algo de lo que debería tomar nota gran parte de la industria.
Por último, pero no por ello menos importante, tenemos una sobresaliente banda sonora de corte ambiental que vuelve a apostar por el piano como instrumento principal para la mayoría de sus temas, pero que también nos deja un buen puñado de composiciones épicas que nos han puesto los pelos de punta no pocas veces. Además, su uso es sensacional, comportándose de manera dinámica para transmitirnos todo tipo de sensaciones según lo que ocurra en pantalla, hasta el punto de hacer de los silencios algo igual de poderoso que la mejor de sus melodías. Y si sois grandes fans de la serie, prestad mucha atención y reconoceréis infinidad de guiños musicales a temas clásicos que nos han hecho soltar una lagrimita de nostalgia.
Los efectos de sonido también son de una calidad altísima, un apartado que se ha mejorado bastante más de lo que podría parecer en un primer momento, ya que han ganado en complejidad para permitirnos apreciar detalles muy, muy sutiles que, sin que nos demos cuenta, aumentan la inmersión y nos transmiten más información, permitiéndonos, por ejemplo, calcular con mayor precisión la distancia a la que están las cosas y su localización. Lo mismo podemos decir de su fantástico doblaje al español, donde destaca, sobre todo, el papel del mítico Alfonso Vallés (Solid Snake en Metal Gear Solid) como Ganondorf, un personaje al que borda.
Conclusiones
The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom es un juego tan bueno y tan perfecto que, por primera vez en la historia de esta revista, el 10 se nos ha quedado corto, pues no existe nada que se le pueda comparar. Un título que, por su condición de secuela, parecía que no iba a poder repetir el impacto de la revolución que trajo consigo Breath of the Wild, pero que consigue hacer el más difícil todavía para no solo igualarlo, sino superarlo y por mucho.
Una obra maestra que, como ya hicieron otras entregas de la saga en el pasado, ha vuelto a elevar al medio a un nivel aparentemente inalcanzable para el resto, redefiniendo lo que supone la palabra diversión y marcando una vez más el camino a seguir al ofrecernos una libertad sin precedentes no solo al explorar, sino también en lo mecánico. Y todo ello arropado por un trabajo de diseño inigualable.
Probablemente, lo mejor que podemos decir de él es que nos ha costado muchísimo escribir este análisis, no por falta de inspiración ni de ganas, sino por el hecho de que el juego nos tiene totalmente obsesionados a un punto en el que no podemos dejar de pensar en él y nos impide concentrarnos. Y decimos esto tras haberle dedicado más de un centenar de horas en las que no ha habido ni un solo minuto sin que nos sorprendiera de un modo u otro, algo que sigue haciendo cada vez que encendemos la consola.
Al igual que a Link, Tears of the Kingdom nos ha llevado al cielo de los videojuegos y, precisamente por ello, la vuelta a lo terrenal, a la realidad habitual de la industria, se nos va a hacer muy difícil. Un juego tan espectacular y abrumador que nos ha hecho preguntarnos una y otra vez si este hobby ha tocado techo ya, la misma pregunta que nos hicimos en su día cuando pusimos nuestras manos por primera vez en obras tan importantes, revolucionarias, impactantes e influyentes como A Link to the Past y Ocarina of Time. Unas sensaciones que, sinceramente, teníamos ya olvidadas y no creíamos que ningún título volviera a replicar con tantísima fuerza y precisión un cuarto de siglo después, señal inequívoca de que, efectivamente, estamos ante el nuevo mejor juego de la historia.
Hemos realizado este análisis gracias a un código de descarga que nos ha facilitado Nintendo.